domingo, octubre 30, 2005

- Date prisa o perderás el último autobús.
Me quedo mirándole fíjamente un segundo y despues me levanto lentamente. Somos las últimas personas que quedamos en el café y por la ventana ya únicamente brilla el alumbrado público. Dejo sobre la barra un billete de cinco euros y comienzo a ponerme la chaqueta. Musito una despedida y finalmente salgo a la calle, deteniéndome un segundo para absorber los últimos segundos de tarde. Sopla el viento suavemente y dos perros se ladran en un patio de luces; huele a húmedo, a ozono, a tierra mojada. Atravieso despistado uno de los jardines en dirección a la parada mientras miro al suelo. Los numerosos peatones que atraviesan el jardincillo han creado una senda sobre el cesped sobre la que reposa una capa de hojas de sauce amarillas que respetuosamente se apartan de cada una de mis pisadas. Mi cabeza ya ha entrado en modo especulación, en construir cómo podría haber sido mi última conversación.

- Date prisa o perderás el último autobús.
- Tienes razón. Siempre que me acabo retrasando acabo perdiendo el sitio. O más bien alguien acaba sentándose en mi plaza. ¿Crees que debería correr más, viejo amigo?
- No, creo que deberías simplemente empezar a andar cuando tienes que empezar a andar y dejar de asustarte por encontrarte con la gente que pueda robarte tu lugar. Que hay que luchar por los lugares, compañero, especialmente si tienen nombre de mujer.

La noche llega y yo camino sólo por la calle.

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