jueves, noviembre 10, 2005

Así es como empiezan muchos viajes, de manera casual, sin querer. Un paso en falso te mete en la corriente de aire equivocada y acabas lejos, en cualquier otro lugar, con cualquier otra persona, desnudo y con documentación falsa entre los dientes. El aleteo de las alas de una mariposa en Madagscar causa que el corazón de una mujer de Madrid estalle en mil pedazos, una astilla de corazón de una mujer de Madrid al chocar contra el suelo causa que una furgoneta coja un bache en una autopista del norte y un sueño se interrumpa. Y, de manera completamente casual, el traqueteo de la furgoneta tiene la misma cadencia que los muelles de una cama a muchos kilómetros de distancia mientras su ocupante se decide a hacerle caso al radio-despertador.


Cris se levanta despacio, como con dolor. Le cuesta abandonar su lecho y volver a incorporarse a ese mundo que tan poco la entiende. Tiene quince años y la vida comienza a parecerle un viaje hacia ningún lado. Las opciones la abruman, se siente incapaz de elegir entre tantas y tantas cosas que cada día aparecen ante ella o que al menos ella imagina que aparecen: cada mañana le parece una losa a su espalda, una nueva gota en el mar de confusion donde está sumergida desde que cumplió los trece. Cris se levanta y despega los ojos, intentando recuperar el equilibrio y comprender realmente dónde se encuentra, tanto puntualmente para no estrellarse contra el suelo de su habitación como globalmente para intentar encontrar su puesto en el mundo. Recuerda vagamente haber soñado con un hombre que hablaba con un perro, pero no está completamente segura y por tanto decide no anotarlo en su diario de sueños. Cuando se despeje un poco querrá gritar pero por ahora se limitará a arrastrar su pequeño cuerpo hasta el cuarto de baño, a mojarse la cara despacito, a musitarle tres palabras ininteligibles a su madre y hermano y a ponerse frente al bol de cereales que inexplicablemente cada mañana se encuentra presidiendo la mesa de la cocina. Y mientras abre el cartón de leche Cris -María Cristina para su madre, Cristy para las amigas del instituto, Krÿs para las paredes del barrio- piensa, imagina, crea, confunde, comienza a tejer una de sus interminables fantasías mientras su mente aún vaga entre sueño y vigilia.

Cris no sabe que la primera cucharada de copos de avena que ha entrado en su boca se ha convertido en el paso en falso que está a punto de desencadenar el inicio de su siguiente viaje.

2 comentarios:

Me encanta eso de la cadena de acontecimientos.
Aunque hace poco charlaba con alguien sobre si la suerte existe o no, sobre si llamamos suerte o azar a las cosas que simplemente no tienen explicación para nosotros.
Tu texto me lo ha recordado. Pero no me hagas ni caso y continúa, que me muero por seguir leyendo. :)

Por Blogger G., 10/11/05 20:21  

Sí que te hago caso, mujer, es un tema medianamente interesante. Yo creo firmemente en el azar, en el mundo incierto, y pienso que creer sea en el destino o sea en que todo tiene una explicación es meramente un asidero, una manera de no asustarnos ante una realidad grande y que somos incapaces de abarcar excepto mediante burdas aproximaciones y modelos que la emulen.

La ficción es la ficción. ;)

Besos, mi cielo.

Por Blogger Gusarapo, 12/11/05 09:12  

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