jueves, diciembre 08, 2005

- Pues vaya salto has dado, tía.
Cris se encoge de hombros y comienza a andar por el porche. Su amiga sacude el paraguas y se pone a su par mientras sigue hablando:
- ¿Te he hecho esperar mucho?
- He llegado aquí a y cuarto, más o menos.
- Va, lo siento. He vuelto a perder el autobús. La foca otra vez.
Cris sonríe y sacude la cabeza. "La foca" es la madre de Mari, una mujer oronda y seria cuyos únicos objetivos vitales son, siempre según su hija, leer libros de autoayuda, poner horarios hasta a los turnos de utilización del cuarto de baño y llamar a su hija Mariana.
- Cómo te pasas. -dice Cris sin perder la sonrisa y mirando de medio lado a su amiga.
- Bah. -Mari esboza una sonrisa culpable mientras se guarda los guantes en el bolso- En unos años será como la profesora de la peli esa rara que vimos el otro día en tu casa.
Cris asiente:
- Donnie Darko.
- Eeeesa. Joder, nunca me acuerdo del nombre. Pues eso, será como la loca de Donnie Darko, la Drew Barrymore no, ¿eh? la otra, la gafas, con sus esquemas de amor y odio colgando por toda la casa, pero en foca. Y sin Patrick Swayze. -Risa de ambas- ¿Te he contado que el otro día trajo a casa publicidad de los realianos esos, o como se llamen? -Cris no se molesta en corregirla- Entra por la puerta, la tía, y deja la propaganda encima de la cocina. Voy yo, como siempre, a ver si hay algo que valga la pena, y entre la propaganda del Champion y la del Spar, una hoja de papel amarillo con un platillo volante dibujado y en grande escrito algo sobre el fin del mundo.
- Hostia, qué miedo.
- Joder, ¡ya te digo! ¡Y más para mi madre!
Mari se ríe a carcajadas mientras sigue hablando, pero la mente de Cris ya está en otro lado, en su interior concretamente. Durante una décima de segundo le duele no poder estar ahí ni siquiera cuando su mejor amiga está a su lado, pero no puede evitarlo. Se siente ajena a todo y fuera de lugar en todas las situaciones. Cris suspira y una mueca de disgusto asoma a su cara. Si Mari se percata no da signos de haberlo hecho.

miércoles, diciembre 07, 2005

Llueve, gotea más bien. El agua repiquetea sobre el suelo de la plaza y Cris, desde su refugio en los porches del paseo, observa el banco donde ha quedado con sus amigas. Comprueba una vez más la cremallera de su chaqueta de manera mecánica y se aparta el pelo de la cara. Es uno de esos extraños momentos en los que es consciente de sus tics nerviosos y sonríe. Mira la calle desierta con ojos entrecerrados y suspira, sintiéndose relajada y extrañamente reconfortada. "Es la calle vacía", se dice, "la calle vacía pero aún viva". Cierra los ojos un segundo y se concentra en las bocinas de los coches, los ladridos de los perros, los gritos de personas, los ronroneos de los motores de coches, motos y furgonetas. Sonidos de ciudad que ella ya ha asumido como propios y que mezclados con el sordo tintineo de las gotas de agua sobre cemento, toldos y charcos parecen envolverla y enseñarle una armonía oculta dentro del ruido cotidiano. Cuando abre los ojos de repente está rodeada por gente, mucha gente que sale del porche y atraviesa la plaza corriendo, algunos encapuchados, otros abriendo el paraguas, otros encogidos en una cómica postura para intentar presentar la mínima superficie posible a la lluvia. Cris siente un súbito momento de pánico. Se ve inmersa en un mar de gente y piensa que cualquiera podría sorprenderla, que no puede mirar en todas las direcciones a la vez. Que las parkas y abrigos que se deslizan rozándola pueden pertenecer a cualquier persona. Una mano la roza y Cris da un respingo.
- Hola, chocho, ¿te he asustado?
Mari mira a su amiga desde dentro de su capucha, los ojos abiertos de par en par y la cabeza inclinada interrogante. Cris sonríe y suspira:
- No, estaba distraída.