lunes, enero 16, 2006

- Es jodido ser una persona sensible. Tienes suerte de ser tía; si hubieras nacido tío además de ser jodido habría sido mal visto.

El hermano de Cris tenía cinco años más que ella. Lo primero en lo que pensaba cuando alguien le nombraba era en sus ojos tiernos y siempre entrecerrados, como si viviera a caballo entre sueño y vigilia. Tambien lo imaginaba sentado en la silla giratoria de su habitación, de esa especie de templo sagrado al que ella siempre había entrado de puntillas y como con reverencia, donde siempre había sido recibida con una sonrisa y promesa de nuevas historias. De tebeos donde aparecían inmensas narices y bolsas con símbolos de dolar dibujados, de películas sobre personas que cazaban androides y que acababan siendo más artificiales que su presa, de novelas en las que muchachos de ojos completamente azules aceptaban su destino con resignación y dejaban a un lado el amor para convertirse en tiranos de todo el universo conocido, de videojuegos donde el aprendiz de pirata hilaba verbos y objetos para intentar colarse en la mansión de la bella gobernadora, de grupos de música que se formaban y rompían y reformaban, de apariciones luminosas de platillos volantes sobre los cielos de esa misma ciudad. Sentada en la silla plegable mientras los dedos de su hermano pasaban las páginas del libro o repasaban la colección de cintas, la mirada de Cris se solía posar en la pasión que aparecía súbitamente en sus ojos, en la velocidad con que sus labios se movían mientras intentaba transmitirle a su hermana las sutilezas y los pequeños detalles de cada cosa que formaba su mundo. "Tus chorradas", que solía decir ella cada vez que su hermano venía con otra nueva quimera.

Su hermano no era de este mundo, se decía a veces, no podía serlo. Era un ser frágil, volátil, misterioso, atrapado en un lugar que le resultaba erróneo, y que por ello se había limitado a sentarse y a mirar la vida con ojos entrecerrados. A esperar. Mientras tanto tejía historias para ella: cuentos para dormirla cuando había sido bebé, mundos imaginarios poblados por gatos que hablaban cuando se convirtió en niña y veladas en la terraza con una lata de cerveza a medias cuando por fin llegó a ser mujer...

"Adolescente, de mujer nada", habría dicho él. Y habrían emepzado a discutir entre risas, a lanzarse pequeños objetos, él volvería a tratarla como una niña, ella volvería a llamarle idiota, y su madre miraría la puerta del cuarto con su cara impasible. Su hermano decía que los dos habían salido así de trastornados precisamente como reacción a esa cara. "Alguien tiene que llorar y que reirse en esta casa".

Se lo había dicho hacía unas semanas, él sentado en la silla de playa de la terraza y ella sentada en el suelo junto a él, susurrando para no despertar a su familia y mirando el cielo nocturno de la ciudad.
- Es jodido ser una persona sensible. Tienes suerte de ser tía; si hubieras nacido tío además de ser jodido habría sido mal visto. Joder, tambien podríamos tener otra cosa en común, ¿eh?
Ella se había reído. Entonces él la había mirado enigmáticamente y le había dicho:
- Todo se pasa, cariño.
Cris se había sobresaltado, se había sentido súbitamente desnuda y a la vez más arropada que nunca, y en conclusión se había sentido muy triste. Porque ni siquiera ese relámpago de empatía de parte de una de las personas que más quería en el mundo había podido mitigar su soledad.